domingo, 21 de febrero de 2010

El compositor asexual II

"¿Y si me quiero acostar con otras?" preguntaba. "Es que yo no sé si quiero una relación seria porque...¿y si me quiero acostar con otra tía? Que no quiero, pero, y si quiero, ¿qué?"

A priori este diálogo puede parecer normal: chico que no quiere una relación seria porque tiene mucho que "profundizar" con otras mujeres, pero no nos dejemos engañar. Recordemos:

"...a las 4 de la mañana de aquel día tenía a ese hombre metido en mi cama...y sólo en mi cama. “No lo entiendo, es la primera vez que me pasa”. “No sé qué me ha pasado” seguía él." (El compositor asexual I)

Bien, tenemos a un hombre adulto incapaz de meter el ratoncito en la jaula. Un hombre que izaba bandera tan rápido como la bajaba, viviendo en una erección permanente inconclusa, salvaje y apasionado hasta que la mujer le susurraba: Uga Uga Chaka Chaka y "ellos", hombre y ratón, se atemorizaban.

Con esta imagen mental formada, retomemos la historia:


"¿Y si me quiero acostar con otras?" preguntaba. Esta debería haber sido la conversación que le precedió:

Él: ¿Y si me quiero acostar con otras?
Yo: ¿Pero puedes?
Él: Es que yo no sé si quiero una relación seria porque, ¿y si me quiero acostar con otra mujer? Sería renunciar a la oportunidad de hacer algo que quiero, llegado el momento.
Yo: ¿Quieres decir que querer es poder?
Él: Que no quiero, pero, y si quiero, ¿qué?.
Yo: Pues si no quieres, y sabemos que no puedes, ¡¿DE QUÉ COÑO ESTAMOS HABLANDO, PEDAZO DE GILIPOLLAS?!

Pero no ocurrió así. Y le dejé hablar. Nunca dejes hablar a alguien que no sabe dónde tiene la cara. Nunca. Salvo que quieras escribir un blog. Llegarás a filosofar sobre el amor de forma muy rara:

Él: Es que no sé si es amor. Quiero decir. ¿Qué es el amor? Puede que sea amor pero no como lo entiende todo el mundo. Es como la Alhambra. No es lo mismo para todo el mundo, ¿comprendes?
Yo: Tú me estás vacilando, ¿no?
Él: No, a mí la Alhambra me puede hacer sentir una cosa, y a ti otra.
Yo: Ya, pero los dos sabemos dónde está la puta Alhambra si decimos "vamos a la Alhambra". ¡¿Por qué coño estamos hablando de la Alhambra?!

Y seguimos hablando:

Él: El enamoramiento es un estado de miseria mental en que la vida de nuestra conciencia se estrecha, empobrece y paraliza.
Yo: ¿Me estás citando a Ortega y Gasset para cortar conmigo? ("estrecha, empobrece y paraliza?" pensé).
Él: No, joder, es que he leído mucho sobre él. Y creo, como él, en un amor menos convencional, más...
Yo: ¿Menos convencional? ¿Por eso esta tarde querías presentarme a tu hermana y a tu perro?
Él: Mira, no sé, ¿tú qué piensas?

¿Yo? Yo pensaba en lo fácil que sería con otro acabar esta estúpida conversación simplemente echando un polvo...

(Continuará)

jueves, 18 de febrero de 2010

Raúl, el Profesor de Conservatorio I

¿Por qué? ¿Por qué cuando decides jugar a ser sexy, semi vestida con unas medias de liga super monas, super caras, con encaje y blonda, tu chico te dice: "No, no, ¿tú no sabes que queda fatal hacerlo con los calcetines puestos?"

Una frase como esa te hace protagonista hoy, querido cabrón, de mi blog.

Raul, el profesor de conservatorio. Una persona que tarareaba las canciones en notas aunque se supiera la letra no podía ser de fíar. "Buenas noches, bienvenidos, hijos del rock'n'roll, los saludan los aliados de la noche" no estaba definitivamente hecha para canturrearse "MiMiMiMiMiFaLaLa LaLaSolFaFaMi" (o lo que fuese). Que parara de follar para sacar la melodía de una canción que sonaba de fondo sólo lo había confirmado: entre mis sábanas y mi almohada tenía a otro tarado.

Si tengo que ser sincera, debo admitir que el chico había dejado, sin pretenderlo, muchas señales y todas decían: "Corre. Corre YA".

Pero me hice la sorda. La sorda, la ciega, la tonta y hasta la gilipollas. Y lo peor: lo había provocado yo. Yo, preguntando como una jodida graciosa qué nota producía la señal del ascensor cuando salíamos de él. Yo, canturreando Sonrisas y lágrimas mientras insistía: "Do es nombre de varón. Re selvático animal... No, esas no son, ¿no?". Yo, ironizando con risa de hiena: "De verás que sin ese dato no sé si podré subirme al ascensor otra vez". Yo, que debí decirme a mí misma: "¡CÁLLATE LA PUTA BOCA!" Y sin embargo, yo, que le dije: "Capaz eres de ponerte en el teclado a sacarla en cuanto entremos por la puerta" y él que respondió: "Me pongo, claro que me pongo, me pondré".

Y se puso.

SE.

PUSO.

(continuará)





miércoles, 17 de febrero de 2010

Daniel el PT I

Hay amistades tontas, pero tontas, tontas. Supongo que el aburrimiento veraniego ayuda a sustentarlas. Solo eso explicaría una amistad que podría resumirse en esta línea de conversación:

-Eres un soso, tío.

_Anda que no.

Mi amistad más tonta del 2009 estival fue Dani el PT. Dani era profesor de educación especial. Normalmente PT significa Pedagogía Terapéutica. Para mí, Dani el PT era igual a: “Dani el Profesor Traumatizado”. Aquel hombre no estaba bien.

Recuerdo la noche de San Juan y su secuencia de hechos: quedé con él y sus amigos; como un soso necesita a otros sosos para no ser el más soso de ellos y destacar, sus amigos decidieron que cenar apalancados en el sofa viendo la tele ya había sido suficiente juerga por San Juan y recibí estupefacta el siguiente mensaje en mi móvil: “ Mis amigos están cansados y no quieren salir, y yo estoy muerto también. ¿Tu estás muerta?” Muerta me quedé.

Supongo que el cabreo por haberme quedado tirada 5 minutos antes de la hora acordada, toda arreglada y mona, me contuvo de responder cosas como “Sí, estoy muerta, te hablo desde el tanatorio. Mueve tu culo gordo que llegas tarde, y se me están apagando las velas.”

Imagino que aunque luchemos por la igualdad, aún existen algunas diferencias entre hombres y mujeres, y desde luego, cuando una es una mujer coqueta y presumida, arreglarse para quedar implica algo más de 5 minutos y hacerlo para acabar poniéndose el pijama sin pisar la calle antes puede no ser el objetivo. Un rato de secador, sombra aquí, sombra allá, maquíllate, maquíllate, y elegir el vestido adecuado requiere un esfuerzo y no, no importa que estés igual de fea que al principio: hasta quedar mal implica un tiempo.

Así que cuando aquel traumatizado anuló la cita, me cabreé y mucho. Surgió así el tira y afloja vía sms. El, que ya estaba en su casa, insistía en venir a recogerme y vernos. Y yo intentaba hacer gala de mi asertividad recién aprendida con frases como “¿Crees que voy a volver a vestirme otra vez sólo porque tú quieres? No eres el único que decide aquí.” Pero dió igual. Mi asertividad de papel cuché me llevó a arreglarme de nuevo y bajar a verle cuando plantó su coche en mi acera y amenazó con no moverse de allí hasta que bajara.

He de reconocer que hubo un momento mientras estaba con él que me conmoví. Mis ganas de venganza aflojaron cuando él me dijo que ya estaba en la cama cuando me propuso venir a recogerme. (Había pasado una hora entre mensajes y pelea antes de finalmente vernos.) Me conmoví. Soy así: una blanda. Se había salido de la cama sólo para verme porque yo estaba enfadada y aunque medio cerebro mío pensaba en lo gilipollas que resultaba quedar, desquedar, meterse en la cama y salirse para venir ante la sencillez de simplemte no haber anulado la cita, la otra mitad se emocionaba ante semejante gesto pensando: "Vaya. Este chico responde bien a la presión".

Así que estaba yo a punto de perdonarle, cuando de repente llegamos a mi calle y paró el coche para dejarme sólo una hora después. Podría decirse que "me habia sacado a pasear" durante una hora de reloj. Sesenta malditos minutos en los que me hubiera cagado en él y su madre minuto a minuto. Aquella noche me había arreglado dos malditas veces, ¡por dios! Había tardado más en arreglarme que en verle. De modo que cuando paró hábilmente en el único sitio de mi barrio donde no se podía charlar relajadamente cinco minutos antes de despedirse, en doble fila en plena calle transitada, Amy Winehouse apareció en la radio con su canción “rehab”, para darme la clave coreando: “no-no-no”. No, Dani, no. (continuará)

DJ Mikele I

DJ Mikele. ¡¡¡Un grande!!! ¡¡¡Campeón! Tras volver con su ex-novia, el buen hombre había decidido hacerme llamadas perdidas en mitad de la noche y mandarme mensajes comprometidos que yo ignoraba, para cuando por fin contesté decirme "perdona, ¿quién eres?".

Qué gran ejemplo de la técnica del “rebota, rebota”: “yo te lanzo la pelota, tú la recoges, y yo te la reboto en la cara”. O la tan conocida técnica de: Hagamos el gilipollas hasta que la víctima reaccione y podamos entonces soltar la gran frase: “¿Que yo he hecho qué? Perdona, no sé de qué me hablas” y a la pobre víctima le cortocircuite el cerebro y quede indefensa ante el gran depredador de cerebros humanos.

¿De modo que el mundo intentaba volverme loca? ¿Realmente había alguna posibilidad de que hubiera soñado los sms y las llamadas de madrugada? ¿Quizás tenía un problema visual, un trocito de mi área visual 19 del cerebro dañada que hacía que aunque mirara una y otra vez el número de teléfono al que había mandado el sms y lo contrastara con fácturas de teléfono antiguas, a pesar de coincidir, mi cerebro me estuviera engañando y yo viera doses donde había treses, o seises donde había nueves? ¿Era como las canciones demoniácas que si las escuchabas al revés oías mensajes del Diablo? ¿Acaso estaba yo mirando el número del revés sin darme cuenta y recibia mensajes endiablados? ¿Debía abandonar las gorritas modernas y los sombreritos chic y hacerme uno de papel a lo Napoleón Bonaparte y asumir que estaba como una chota?

Desde luego, como estrategía por su parte era grandiosa: él molestaba, yo le ignoraba, y cuando decidía preguntarle por qué hacía esto, él lanzaba la bomba “perdona, pero no sé quién eres” y BUM! un segundo después había trozos de mi cordura por todas partes. La asertividad estaba muy bien valorada pero...últimamente me estaba llevando a caminos muy destructivos. Hacerme la tonta había resultado siempre más seguro, pero pagar 60 euros a la semana para que una psicóloga me ayudara a ser más asertiva, hacía que tendiera a ponerlo en práctica continuamente. “Perdona, no sé quién eres”. ¡Grande! Qué grande! Debería haberle respondido “No sabes quién soy? No me sorprende, verdaderamente nunca me pareció que supieras ni dónde tenías la cara”

El compositor asexual I

No, no podía creerlo. Había vuelto a pasar. La palabra “gatillazo” para mí se había convertido en algo más que una simple búsqueda en el Google. No entendía qué había pasado. Quizás la estrategia del vaquero había sido excesiva. Sí, la estrategia del vaquero: cita tras cita enfundada en pantalones para crear una barrera virtual cual cinturón de castidad. Una falda ofrece menos resistencia en el caso de un calentón en toda regla, mientras que con un pantalón el hombre arriesgado que decida iniciar el camino a la gruta debe sortear un laberinto de pana, lino o fibra sintética, y aún así sólo llegar a tocar piel si tiene mucha suerte. Yo había utilizado esa estrategia durante días y días y, como consecuencia, había creado una polla acobardada.

Quién lo hubiera imaginado la noche antes, planificando el futuro encuentro: “¿Me pongo el vestido rojo de infarto? También lo tengo en amarillo” conversaba con una de mis mejores amigas, ajena a lo que vendría. “Amarillo es amistad” decía ella. ¿Realmente era todo culpa de la ropa? Ya esa misma mañana había salido a comprar algo de lencería y me había vuelto a casa sin nada: ni dni, ni tarjetas, ni dinero, ni nada de nada. Me habían robado. ¿Acaso erán señales de aviso que yo desoía?

Claramente las ignoré y a las 4 de la mañana de aquel día tenía a ese hombre metido en mi cama...y sólo en mi cama. “No lo entiendo, es la primera vez que me pasa”. “No sé qué me ha pasado” seguía él. “ Es que...te veo ahí y claro...primero me entra el impulso y quiero hacerte el amor salvajemente pero luego te miro y pienso... y claro, me entran ganas de abrazarte, alomejor es por eso...o también como mañana tengo que madrugar, pues me pongo a pensar que no voy a rendir bien mañana en el trabajo, o puede que también como resulta que...” Arrgh!! ¿Pero por qué los hombres inventan? ¿Por qué cuando no saben la respuesta a algo, no se CALLAN LA BOCA, POR DIOS!. ¿Por qué encima de quedarme a medias, tenía que asistir a 15 minutos de charla consigo mismo, en voz alta, divagando sobre las posibles razones sin tener ni puta idea?! Ese hombre no tenía ni idea! ¡De verdad!

Aún así, él y su otro yo volvieron a intentarlo. Definitivamente, con 30 años de vida, puedo ya afirmar que hay pocas cosas que den más risa y pena a la vez que ver a un hombre intentando ponerse un condon mientras su amiguito se arruga y se hace chiquito y más chiquito, mientras el silencio se condensa alrededor del gran momento. “Pues no lo entiendo , será que tengo un pene ecológico al que no le gustan los plásticos” reía con "impotencia". (continuará).

El policía salsero II

(continuación) En cualquier caso podría parecer afortunada. Había conseguido seducir al hombre que deseaba. Pero no. Seducirle había sido la puerta a un encuentro sexual de terror.

Nada más salir del local de salsa, me agarró del hombro para ir caminando juntos abrazados. Entramos en el coche, y entonces, mientras conducía, agarró mi mano y la colocó sobre la suya, la que cambiaba de marchas, para ir así todo el trayecto, agarraditos de la mano. Mientras le miraba hacer maniobras para cambiar de marcha no podía dejar de preguntarme qué clase de conexión razonable hacía que tuviera sentido que tras rechazar besarme en la boca a pesar de tener casi su aliento en mi boca, ir agarrados dulcemente de la mano mientras conducía fuese alguna clase de consecuencia lógica.

Me acercó a casa y paró el coche. Y me besó. Sí. Me besó. Cinco segundos en la boca y entonces restregó su mejilla contra la mía. Y siguió. Siguió restregando. Yo me preguntaba cuándo volvería a focalizar el asunto sobre mi boca pero aquel hombre parecía entretenido acariciando mi cara con la suya. En un contexto romántico, el roce mejilla contra mejilla puede resultar tierno y sensual. E incluso mantener unos segundos evitando el contacto obvio entre labios puede hacer arder cualquier tensión sexual palpitante pero, definitivamente, intervalos de cinco minutos de masaje facial tras cada beso de 5 segundos era la perfecta manera para que la líbido dijese "adiós".

Intenté no tenerlo en cuenta. Quizás era un hombre algo disperso. Sólo había que reenfocar su atención. Seguimos besándonos. De repente se rió y dijo “¡Vaya! ¡Me estoy poniendo caliente!” No. No podía ser. ¿Acaso iba a narrármelo?

Arrancamos el coche y fuimos en busca de algún lugar más solitario. Ah, qué gran error. En la parte de atrás, él, con la cabeza apoyada en mis pechos se dedicaba a jugar con ellos sin mucha intención de que yo me enterara. Tranquilo, despacito, con los ojos cerrados. Era un hombre muy sutil desde luego en cuanto a proporcionar placer. Tanto que durante un momento me quedé fría al verlo tan quieto y pensé “¿Se ha quedado dormido?”. Visto lo visto después, lo hubiera preferido así.

De repente, abrió los ojos. Pensé “ah, míralo, ahí está”. Entonces me besó apasionadamente y después se echó encima mía y agarró mi cuello con su mano mientras me miraba. Confieso que pensé “Está bien, un poli loco. Mañana mi cuerpo aparecerá descuartizado en cualquier cuneta.” Le pregunté que por qué me agarraba así y respondió “mmm, es que estás muy buena” “Ah”. Estoy tan buena que intentas arrancarme el cuello para quedarte con una parte d mi... romántico "a morir".

He de decir que aún así, no todo era malo, tenía grandes cualidades…y no, no era eso…hablo de su autoestima. El momento climax dejó claro su gran seguridad y estima en sí mismo cuando teniendo un micro pene se atrevió a preguntar “Quieres saber lo que es bueno?? ¿Quieres que te la meta toda?” Pensé “Bueno..inténtalo…" Pero por fortuna no pudo intentarlo: un enviado del cielo, o simplemente un señor mayor que por lo que parecía debía dirigirse a su finca y nosotros que estábamos en mitad de un camino de tierra perdido, se lo impedíamos, interrumpió el gran momento. Así que nos vestimos, y me llevó a mi casa, no sin antes, apartarse a un ladito para buscar el envoltorio del condón: “Es para que no lo vea mi abuela cuando se suba al coche”. Esa abuela debía estar loca por tener nietos...

El policia salsero I

Sí. Un madero aficionado a la salsa con el que había quedado un par de veces para bailar. Hay gente que dice que el amor es un deporte de contacto. La salsa también.

Llevábamos horas bailando sin parar, en un intercambio de dinamismo sexual al más puro ritual de flirteo, pero nada nos había conducido a algo más. Roces sensuales pero contenidos estrictamente dentro de la coreografía cubana. No entendía qué fallaba. Movía mi culo como si la selección natural de Darwin palpitase en mi sangre indicándome qué hacer ante el macho alfa de la manada. Siglos de contoneo de caderas no estaban dando resultado. ¿Qué es lo que fallaba?

Hasta que ocurrió. El se acercó a mi cara y sí, el tiempo se detuvo. Roce de mejillas sensual, acercamiento casual de labios y …de nuevo roce de mejillas…labios que se acercan otra vez y …más masaje facial y ahora… sí. Por fín…ya llega el beso!! Y…no, otra vez no. De nuevo su cara contra mi cara mientras las bocas se alejan sin encontrarse. No entiendo muy bien el ritual y empiezo a cansarme hasta que por fin, nuestras bocas se encuentran y justo cuando pienso que la pasión va a encenderse entre nuestros labios, se queda quieto en mi boca y pienso “¿hola?”. Entonces él, con una sonrisa, gira su cara y me besa en la mejilla. El rechazo suena estrepitoso entre los bongos cubanos y el repique del tambor. No tenía nada que hacer. O al menos eso pensé hasta que el polvo en el coche me quitó la razón.

Horas después él me explicaría que esa era su forma de alargar los buenos momentos, para disfrutarlos más, para intensificar la espera. Desde luego, para cualquiera, si los labios están tan cerca y después de varios minutos de tensión sexual buscando ese beso, la otra persona te acaba dando un beso en la mejilla, eso, eso es un rechazo de manual. Cualquiera se hubiera sentido vencido y hundido y habría dado por perdida la presa. Para él… había sido la master class de las técnicas de seducción modernas.

Mientras él seguía explicando su hazaña, mi boca respondía: “Ajá” mientras mi cabeza no podía dejar de pensar que de haber tenido yo coche, tras el beso en la mejilla, a mis ojos rechazada, hubiera cogido el coche y me hubiera vuelto a casa sola alargando ese momento mucho, pero mucho, mucho. (continuará)

El inglés.

Julio 2010. Probablemente salí con el inglés más cazurro del Reino Unido: llevaba 6 años en España y lo único que había aprendido a decir en español era "gracias". Para él, Europa era la isla y Reino Unido el continente, y por supuesto, éramos los demás quienes conducíamos al revés, así que... ¿para qué iba a aprender español para vivir en España?

Todavía recuerdo el estrés que me supuso quedar con él por primera vez. Tenía que hablar en un idioma que no era el mío y a la vez parecer una diosa para impresionarle, y no es fácil cuando vas andando doblada porque llevas un diccionario Inglés-Español de 700 gr en el bolso. Creo que nunca me he puesto tan guapa para una cita como para aquella: había que compensar carencias. Lo que no sabía es que tendría que compensar también las suyas: cada vez que le preguntaba cómo se decía algún concepto en inglés, me respondía que ellos no tenían una palabra en su idioma para eso; y si buscaba la palabra en el diccionario y se la enseñaba, me decía que eso no existía. Verdaderamente aquel chico era muy guapo.

Lo bueno de salir con un extranjero al que no entiendes demasiado es que los temas nunca se agotan; siempre hay algo que no ha quedado claro en la conversación anterior y se puede retomar. Pero la ventaja, la gran ventaja es que si no le entiendes, parece menos gilipollas: los chistes tontos no son tontos, la tonta eres tú que no te enteras; él no dice nada inapropiado, eres tú que lo traduces literal; no es que él no entienda de nada, eres tú que no pronuncias bien y el pobre no se entera. En la incomunicación resultaba muy fácil pensar que era un chico ideal.

Hasta que desapareció.

Cuando pasaron 3 semanas y no supe de él entendí que algo se había perdido en la traducción. Me habían lanzado la bomba ninja. Zas! Un poco de humo y ya no había rastro del inglés. No respondía a las llamadas, ni a los mensajes y había misteriosamente desaparecido de internet. ¿Se habría caído por un terraplén mientras hacía motocross y estaba, oh, pobrecito, en coma y por eso no sabía de él?. "Con los dedos rotos es difícil responder a un sms" razonaba mi lado rosa del cerebro. Mi lado realista gritaba: "¡¡PEAZO DE CABRÓN!! ¡¡DIME LA VERDAD!!"

martes, 16 de febrero de 2010

El principio

Amanecía entre los árboles. La brisa sosegada ayudaba al Sol a salir, meciéndolo maternalmente. Mmm….no. Mejor no. Este blog no trata del Sol, ni del amanecer…como mucho habla del ocaso. Sí. Del ocaso de las relaciones hombre-mujer. De su decadencia en pro de una visión más….cómica, por qué no. Es de agradecer. Podría haber sido la protagonista de cuento de un romance perfecto pero…me habría perdido muchas tardes de café entre risas contando mis escarceos surrealistas.

Después de años sobreviviendo a citas horrorosas, y relaciones aún más absurdas, había llegado a un punto en el que no deseaba tener ni una más. Hasta que lo entendí todo. No, no, no. No es que empezara a entender a los hombres. No, no, eso nunca. Es sólo que me había dado cuenta de algo. No era Cupido que me odiaba y se vengaba de mí haciendo que todo tío que se me acercara resultara un tarado. No. Era la vida que me ponía en bandeja material cómico para escribir. Estaba decidida. La vida me ofrecía demasiado material, no podía darle la espalda. No podía acabar con las citas: tenía que realizar una investigación de campo.